Año de contrariedades, de crepúsculos misterios programáticos y ante diversas vicisitudes por diferentes ámbitos, en algún momento logramos esperar a un espacio neutro y reflexivo. No se puede seguir en el camino que no has construido y que el mismo solo se ha creado para el fin del constructor y no del peatón; entonces ¿Qué hacer?.
Estamos en un cambio de época, donde la monotonía y el sedentarismo mental nos exige en grandes proporciones un cambio drástico, pero no por ser fatalidad, si no, por mejorar las cualidades y desarrollar eficientemente la estructura de la vida sedentaria, a un estado de bienestar, prosperidad, salud, un estado inicuo en todos los aspectos de la vida.
Hablar de un principio de izquierda, es hablar de un principio de derecha, ambos coagulan un sentido de democracia indeterminado, pero al separar los volúmenes obtenemos un resultado predecible –en la mayoría de las veces-: insatisfecho, no resonante, cuasi disonante. Como el ser humano es un ser incompleto, ha estado buscando por años y en estos últimos aún mucho más, la posibilidad de otra vida fuera de la nuestra, fuera de nuestro sistema solar, esto porque intuye estar no completo, tal vez se siente un ser inferior si llegase a existir tal teoría, solo tal vez, en una posible causa o más bien de efecto: intriga, celos, miedo de no dominar a esa supuesta raza que podría ser superior a ella.
En tal sentido de esa inferioridad a lo ajeno, los partidos políticos, en especial los políticos o esta clase de políticos, se advierten entre sí de cualquier motivo, simplificando las causas y tergiversando los sorteos de opinión, enfatizando sus cualidades más humanas o por la humanidad y el bienestar que ellos pueden dar, arraigando pasiones exorbitantes de las masas y solo de las masas ya que de ella se constituye que un partido o en su defecto un político dependa de ella para su existencia.
Si bien es sabido que ambos bandos creados solo para dividir más a la sociedad política, -entiéndase que fue circunstancial la izquierda y derecha- es necesario tener en claro: ¿Qué clase de político necesitamos para que gobierne un país y si es necesario un partido político para distinguirnos los uno de los otros, y además, es necesario tenerlos a ambos, dejando eso sobreentendido que como ciudadanos no podríamos dirigir y organizarnos para el bienestar mutuo?
Podríamos estar pensando que mi partido político o el de usted, son justos y necesarios, y que los mismos dan el enfoque necesario para sobrellevar las cosas un nivel superior y de bienestar pluricultural, de sociedades cuasi perfectas y más aún, sublimes ante cualquier síntoma. Que tales diferencia son porque el otro no pretende dar garantías soberanas y el de usted si y viceversa; esas condiciones humanas son llevadas por la utopía política, esa misma que por años diferentes representantes han intentado plasmar en infinidades de manifiestos, reflexiones, constituciones y leyes, mismas que no han erigido a un supuesto de permanencia y adhesión infinita y tergiversada.
¿Cómo predicar la justicia? ¿Cómo vencer los siete pecados capitales de la política?
Busquemos nuestra originalidad, no podemos seguir en el bosquejo de otros países, no podemos copiar las luchas de cada continente, cada cual es propio y nosotros somos únicos, muy bien lo decía aquel maestro de bolívar:
“¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales, los medios de fundar unas y otro. O inventamos o erramos.” Simón Rodríguez.
Puesto que no solo las instituciones deben de ser original, también quien las crea y este a su vez quien les sigue como gobierno, en tal sentido las bases son el cambio, el pueblo mismo debe buscar su propia originalidad, su propio ímpetu y no caer en dogmas que irrumpan la verdad, la austeridad, sobriedad de su ser.
Todo partido político o por lo menos en su mayoría, son guiados por medios de estatutos que los mismo seres errantes delimitan, no es imposible imaginar que no tengamos tales posiciones contempladas en las normas internas que rige la organización, el problemas en esto no es el partido, son los máximos representantes que por el mero hecho de pertenecer al “alto rango” y por consecuencias de buscar a alguien a quien buscar, no escapan de acusaciones incesantes y constantes, críticas y autocriticas por la falta de seriedad o en algunos casos por decisiones tomadas erradamente en la acciones finales; de las mismos señalamientos no escapan aquellos los llamados “militantes” que de ellos se dividen en grupos de acuerdo a su afinidad política. La crítica o autocritica, no escapa ningún político, ningún empleado sea de empresa privada, pública o mixta, ningún hijo o hija, y lo vemos en las relaciones de parejas o en nuestros padres; y aunque es un bien que nos duele, es necesario para asentar nuestra realidad vista al mundo.
Duras palabras, pero recuerde llevar siempre el sentido de objetividad, aunque las mayoría de las veces actuamos por subjetividad por la propia efervescencia y arraigado sentimiento político o histórico, esto marca un estruendo en nuestras vidas y por consiguiente nuestra capacidad de procesamiento a causas de muchos males acaecidos por la divergencia política de las llamadas “derecha” e “izquierda”.
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