Foto tomada en junio 2015 |
"Se vivía el mes de febrero del año 1814 aciago, por demás, para los patriotas. El Libertador Simón Bolívar, que hacía grandes esfuerzos en el centro del país para salvar la República, llama en su auxilio al General Santiago Mariño que se encontraba en Aragua de Barcelona. Este, inmediatamente, se pone en contacto con los Generales Manuel Piar y Pedro Zaraza, y deciden prestar la ayuda requerida. Mariño y Pedro Zaraza parten a cumplir su objetivo, mientras que Piar lo haría posteriormente. En Valle de la Pascua, Mariño comisiona a Zaraza para comandar el Cantón de Chaguaramas con la misión de conseguir caballos y reses, que Piar pasaría buscando para abastecer al ejército del centro, mandato de fácil cumplimiento para el “taita”, no solo por ser Chaguaramas una región rica en ganado vacuno y caballar, sino también porque Zaraza gozaba de mucho aprecio e influencia en la zona.
El 20 de marzo de 1814, Zaraza se encontraba en los montes de Manapire, en cumplimiento de la orden recibida, cuando Juan José Rondón, guariqueño y para esa fecha ganado a la causa realista, lo atacó. Zaraza ripostó el ataque y pudo vencerlo, pero Rondón no se dio por vencido y 21 días después, o sea el 11 de abril, ataca de nuevo a Zaraza que ahora se encontraba en Valle de la Pascua, pero esta vez lo hace acompañado de Lorenzo Figueroa (Barrajola). Una vez más, Zaraza les enseña como se pelea en el llano y nuevamente conquista la victoria.
Estas dos derrotas, en menos de un mes, propician lo que sucedería posteriormente: la Batalla de La Pascua. Una vez conocidas las noticias de los dos triunfos de Zaraza, los realistas planifican un ataque conjunto, para lo cual se unen tres cuerpos enemigos: de Orituco, Don Bartolomé Martínez; Juan José Rondón, de Espino, y Lorenzo Figueroa (Barrajola), de Tucupido.
Es así como el 20 de mayo de 1814, encontrándose Pedro Zaraza en Valle de la Pascua a la espera de Piar, es informado que Bartolomé Martínez viene sobre el pueblo. Ante tan delicada e inesperada situación, Zaraza, con la esperanza de la pronta llegada de Piar y no teniendo otra alternativa, ante un enemigo superior en número, se atrinchera y se fortifica con fosos y estacadas de madera. La población vallepascuense también lo hace con la tropa de Zaraza participando en la guerra, sin desearlo. Por su parte el ejército enemigo, que estaba al acecho, se limitó a rondar y espiar cada movimiento de los patriotas. Estos, dentro del pueblo, esperaban el ataque con resignación, mientras que los realistas, el momento oportuno para, como aves de rapiña, caer sobre su pequeña presa.
Cuenta Lorenzo Zaraza, en su libro La Independencia en el Llano, que al día siguiente, 21 de mayo, a las 8 de la mañana aproximadamente, se presentó en Valle de la Pascua, por el camino de Mamonal, entrada suroeste de la población, el ejército del General José Tomás Boves, constante de 2000 hombres al mando de Bartolomé Martínez, al que se había sumado, en el mencionado caserío, la tropa de Juan José Rondón. Este ejército se enfrentaría a 300 patriotas, según datos aportados por el Parte de Guerra emanado del Cuartel General de Valle de la Pascua, el 26 de mayo de 1814, firmado por el Secretario Eusebio Afanador, y publicado en la Gaceta de Caracas del jueves 9 de junio de 1814. Es de hacer notar que aunque en este Boletín del Ejército 2do. de Oriente no se señala a Bartolomé Martínez como comandante de la tropa, fue él quien se enfrentó a los valientes republicanos que con su sangre regaron la tierra, abonando la simiente de la libertad y de la gloria.
El comandante Martínez, que conocía la pequeñez numérica de la guerrilla y la consideraba empresa fácil, lanzó sus tropas a tomar la plaza; sin embargo, encontró unas trincheras bien defendidas que le causaron muchas pérdidas, pero los patriotas también tuvieron bajas lamentables. En las primeras horas del asalto murió el segundo jefe de las fuerzas, Lorenzo Zaraza y sus dos hijos, Eugenio y José Antonio, quienes al ver una de las trincheras comprometida y amenazada por la presión de los asaltantes, pusieron sus pechos de balaustre para su defensa y murieron en ella. Martínez, ante este rechazo, inesperado, de los patriotas, decide cambiar la estrategia y opta por sitiar al pueblo, de manera que nadie entrara ni saliera de él, y así rendirlos, irremediablemente, por el hambre y la sed al impedirles el acceso al Caño de la Vigía que era la única fuente de agua disponible para esa época.
El alto al fuego alertó a Zaraza porque intuía que los realistas estaban tramando una nueva ofensiva, lo que le preocupó sobremanera pues, aún estaban a la espera de Piar. De alli que, sin perdida de tiempo y como buen estratega militar, redobla la vigilancia y se prepara, de nuevo, detrás de las trincheras a la espera, de un momento a otro, del ataque de los soldados del Rey. Ese día 21 de mayo, no hubo paz en Valle de la Pascua ni en sus habitantes y menos en sus defensores. El temor estaba reflejado en cada uno de los rostros. Se esperaba un nuevo ataque, y hasta la misma muerte.
Pleno de angustias, amaneció día 22. En el sitio reinaba, como es natural, el nerviosismo y comenzaba a sentirse la ausencia de la comida y del agua. El jefe patriota, que había resuelto enfrentar al enemigo dentro de sus trincheras contando con la ayuda de Piar, se equivocó. Piar tardaba más del tiempo previsto. Por su parte los realistas, encabezados por Bartolomé Martínez, asechaban. El Caño de la Vigía estaba fuertemente custodiado por un nutrido número de artilleros a la espera que los patriotas, doblegados por la sed, salieran a buscar el preciado liquido para cazarlos como animales. Por si esto fuera poco, incendiaban los alrededores del sitio, por periodos de tiempo, para que el calor, el fuego, la sed y el desespero los obligara a abandonar sus trincheras.
Pero, una vez más, los realistas se equivocaban. El valiente pueblo vallepascuense se mantenía dentro de sus trincheras, valor aupado por, entre otros, los tenaces patriotas:Capitanes: Antonio Manzano, José Antonio Ron, Pablo Ruiz, José Félix Hernández, Juan López, Miguel Saldivia, José Ignacio García, y Salomón Calderín. Estos dos últimos desempeñaron un papel verdaderamente significativo para el posterior desenlace de aquella delicada situación.Tenientes: Juan Alcalá, Antonio Alemán, Francisco Guevara, Francisco Barroso, Pedro Figuera, Lorenzo Remigio, Felipe Hernández, Agustín Leal y Gerónimo Urquiola. Sub Tenientes: Lorenzo Machado, Bautista López, Pedro María Lamas, Ignacio Alfonso, José Siso, Domingo Perdomo y Fulgencio Fagundez.
Además, contaban con el heroísmo de Julián y Leonardo Infante, José María Zamora, Cipriano Celis, Belisario, Ledezma, Camejo, Calderón, Machuca, Alfonzo, Cuárez, Machado, todos militares del llano; los hermanos Santiago, José María y Luis Suárez, caraqueños; los turmereños: José Antonio, Andrés y Feliciano Pérez. Todos oficiales distinguidos, cuyos nombres nunca podrán ser borrados de las páginas memorables de la historia grande.
El día 23 de mayo, después de tres días de combate, incendios, hambre, sed y de fustigamiento por parte del enemigo, la situación de los sitiados era, verdaderamente, desesperada; pero el Todopoderoso, que no abandona a sus hijos, envió una ligera llovizna suficiente para llenar las zanjas de las trincheras, donde pudieron mitigar la sed y sosegar los ánimos. El General Pedro Zaraza empezaba a sentirse impotente para tranquilizar a su gente, por lo que, entrada la noche, el comandante se reunió con sus oficiales, en consulta de guerra, exponiéndoles la necesidad de comunicarse con Piar y notificarle la situación en que se encontraban. Esta era una misión delicada y riesgosa por el implacable asedio a que estaban sometidos; sin embargo, a sabiendas de los peligros que implicaba el cometido, los capitanes José Ignacio García y Salomón Calderín se ofrecieron para llevarla a cabo. Así, los valientes oficiales, después de ser provistos de los mejores caballos, pusieron en práctica la estrategia planeada: simular la deserción de las filas patriotas y el paso a las realistas. Aproximadamente a las diez de la noche, los oficiales saltan las trincheras y, entre un seguido fuego de artillería al aire por parte de sus compañeros, se dirigen, vitoreando al Rey, en veloz carrera hasta llegar al campo enemigo. El propio Bartolomé Martínez sale al encuentro de los supuestos fugados, pues quería informarse sobre la situación de los patriotas. Los capitanes manifiestan su disposición a hablar, pero piden les dejen tomar agua primero porque se estaban muriendo de sed. Los realistas los dejan ir hacia el Caño de la Vigía de donde, una vez traspuestas las últimas filas realistas, emprenden una veloz carrera por el camino que conduce hacia Chaguaramal de Perales (Zaraza). A la distancia, seguros que los disparos no tendrían efectividad y sumergidos en la noche, dejan escuchar un ¡Viva la Patria! y el disparo de un trabuco que era la señal convenida para informar el éxito de la operación. En la plaza, los sitiados que estaban pendientes de la señal, gritan de contento porque, por lo menos, la encomienda iba al encuentro de Piar.
Al día siguiente, 24 de mayo, los capitanes José Ignacio García y Salomón Calderín después de recorrer, sin descanso, 22 leguas llegan a Chaguaramal de Perales. A su arribo, se informan que Piar ya se había movido hacia Valle de la Pascua, pero por otro camino por lo que, inmediatamente, emprenden el regreso. Redoblan la marcha con titánico esfuerzo, pues no habían dormido, descansado ni comido, pero para aquellos hombres todos los sacrificios eran pocos cuando de la patria se trataba. Por fin, después de haber andado, a galope tendido, todo el día logran, por la tarde, darle alcance a unas seis leguas de Chaguaramal de Perales, en el sitio conocido como Camoruco o Higuerote donde acampaba y, con la premura del caso, le comunican el encargo de Zaraza."
"Enterado Piar de la situación en que se encontraba Zaraza y su tropa, ordenó a sus subalternos levantar el campamento y se dirigió a Valle de la Pascua en marcha forzada durante toda la noche. Al amanecer, ante el cansancio que se apoderó de la infantería, Piar optó por apartar, en el sitio de Los Morrocoyes, 200 hombres con la mejor caballería y 200 infantes que montó en las grupas de aquellos, y siguió al pasitrote dejando el resto de la tropa a la retaguardia, pero en marcha para reunírsele en Valle de la Pascua.
De esa manera, el 25 de mayo, llegó Piar, con sus 400 soldados, al sitio conocido como Fogoncito, lugar que ubicamos hoy en la salida hacia Tucupido, cerca del peaje. Ahí se detuvo y envió soldados de su espionaje a buscar información acerca de los sitiados, así como a alertarlos de su llegada. Los espías se acercaron a las trincheras y dejaron escuchar el clarín de guerra, el cual sonó, para los sitiados, como una diana victoriosa y un mensaje de lucha y muerte para los realistas. Un grito entusiasta de los patriotas salió de las trincheras en reto de venganza contra sus enemigos, quienes no esperaban a Piar por aquella vía y creyeron que la gente de inteligencia era la vanguardia por lo que se compactan, aceleradamente, formándose en batalla al sureste de la población, mientras que los sitiados se preparan para salir de sus improvisados parapetos.
Aproximadamente a las 3 de la tarde, se presenta la División de Orientales en el alto de la Laguna de La Vigía donde Piar, levantando la mano y dirigiéndola hacia donde estaban los realistas, grita: “Viva la América libre”, y con un ademán de su brazo derecho indica que hay que irse al ataque. Cumpliendo la orden, los soldados se abalanzan al enemigo por el frente, mientras Zaraza y los desesperados sitiados lo hacen por el flanco izquierdo y fue una embestida tan ardorosa y encarnizada que sólo bastaron pocos minutos para que los patriotas, inferiores en número pero grandes en corazón, destrozaran a los realistas y los pusieran en huida, la que hicieron vía Jácome. Los patriotas los persiguen a unas cuatro leguas, hasta el sitio conocido como “La Parada de Durán”, donde los encontró la noche, y temiendo exponerse a una emboscada, desisten del empeño persecutorio y retroceden a reencontrarse con los que habían quedado en el sitio de batalla.
Piar con su División acampó en el caserío La Vigía, hoy convertido en un populoso sector de la ciudad, donde permaneció hasta el día 27 cuando, una vez enterado de los reveses sufridos por el ejército patriota en el centro del país, decidió retirarse al oriente y reagruparse con otros compañeros.
Después de más de un siglo de distancia, en 1983, para recordar la gesta heroica de los patriotas en suelo vallepascuense, en el lugar donde existió el llamado Caño de la Vigía, espacio hoy ocupado por el Terminal de Pasajeros Juan Arroyo, el Ejecutivo del estado Guárico, bajo al gestión gubernamental del doctor Rafael Ledezma Martínez, atendiendo sugerencias del conglomerado, construyó la llamada Plaza Piar. Allí se encuentra el busto de quien se considera el Libertador de Guayana y el salvador, en estos predios, de Pedro Zaraza.
Ese espacio, reservorio de historia local, es visitado diariamente por gente que entra y sale presurosa. Unos inician el viaje, otros hacen escala o llegan a esta tierra generosa, sin imaginar que en ese escenario muchos compatriotas, con sus propias vidas, contribuyeron a delinear el futuro de la patria."
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